Pulso Municipal /9 de junio, 2007


CARLOS MORALES

Si tan sólo consideramos el censo poblacional de 2000, en San Mateo Atenco en números cerrados tenemos 60 mil habitantes (en el 2007 seguramente ya nos falta poco para llegar a los 80 mil), de manera que a cada policía de nuestro municipio, por turno de trabajo le correspondería atender a 2 mil 400. Además, a cada patrulla de las diez con que contamos en San Mateo le corresponde un sector, y resulta que en su recorrido pasa por un mismo lugar cada 20 minutos o un poquito más si algo la entretiene (el robo al ciber duró, según informó su dueña, como 20 minutos).
Si a estos datos sumamos negligencia, cansancio, falta de equipo, temor a represalias, falta de cooperación por parte de la ciudadanía y normas obsoletas, entre muchas otras cosas, qué seguridad real podemos esperar, a pesar de los esfuerzos y los programas que sea posible implementar por parte de los responsables municipales.
Si a este círculo sumamos también la negativa de la gente a pagar impuestos, con la excusa al parecer fundamentada de que todas las administraciones municipales ordeñan el presupuesto como si ese fuese el objetivo real de su gestión y que, por ya sabido se vuelve casi diríamos inconscientemente permitido. Con las quejas y los ataques personales e institucionales de ida y vuelta.
Todos nos echamos la bolita: unos, porque no pagan, otros porque no trabajan. El caso es que todos y todas hacemos demasiado poco por lograr iniciar una eficaz seguridad pública que al menos tienda a mejorar cada día.
Por cierto, hablamos de negligencia y de normas obsoletas porque, por ejemplo, hace unas dos semanas telefoneamos al 066 porque un vecino en estado de ebriedad golpeaba a su esposa y a sus hijos. Quien respondió nos dijo que si el hombre estaba dentro de la casa, nada se podía hacer, a menos que nosotros pudiéramos sacarlo. Insistimos, hartamos a quien estaba del otro lado de la línea, y finalmente se comunicaron con la policía municipal. De ahí nos llamaron para repetirnos lo mismo. Los convenció nuestra “excusa” de que si no llegaban pronto podría suceder algo peor, así que mejor sería que acudieran y ya veríamos como sacar al golpeador. Desde la llamada que hicimos hasta la llegada de la patrulla transcurrieron unos 25 o 30 minutos (quizás más). El comandante Tapia nos había dicho que para llegar al punto más lejano del municipio tardan 4 minutos, y le creemos, sólo que él no sabe (eso queremos pensar) que primero hay que convencer a los policías en turno de que es “muy importante” que acudan.
¿Qué podemos hacer? Pues quiéranlo o no, son las autoridades quienes deben, cumpliendo con su trabajo, pensar, proponer y operativizar programas de seguridad pública realmente eficaces, con el convencimiento y la participación indispensable de la población. Al parecer la actual administración lo está intentando y está teniendo aciertos. Pero, qué piensan los ciudadanos, que reciben muy poca información por parte de sus autoridades.
¿No sería buena idea informar bien a la gente y preguntarle si realmente percibe los esfuerzos de sus gobernantes por eficientar la seguridad pública o percibe y vive otra cosa?

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